Decir de una novela que se lee del tirón es echar mano del piropo cómodo. Pero en este caso, me voy a permitir ese recurso facilón, porque esta es una historia que tiende sus redes y atrapa desde el momento en que el lector atraviesa la portada y choca de frente, así, sin anestesia, con la brutalidad inhumana del Raidera, y se sigue uno enredando en su trama cuando conoce la candidez de la Chica Natividad, o cuando es partícipe de la pasión que mueve a Francesc Casals, el protagonista.
Esta es una historia sencilla construida con piezas complejas, piezas que dan base a un mundo, el de la España de comienzos del XX, víctima de la ignorancia de sus gentes y del peso de la Iglesia. Ésta arroja su sombra en forma de una influencia perniciosa que modela las opiniones, los comportamientos y la estrechez de horizontes de cuantos rodean a Frances, en esa sociedad sumida en el analfabetismo, el cual se refleja en la precisión con la que Elifio plasma el lenguaje que usan muchos de los personajes, el Raidera en especial.
El viaje del anarquista es, en suma, la historia de una historia que no pudo ser, de unos personajes que hubieran necesitado escapar de la trampa que significaba su contexto histórico y social, y eso la hace, si cabe, más tierna y más conmovedora. Es la sombra de la mala fortuna planeando una vez más sobre la España que fuimos.
Así pues, aconsejo al lector que prepare las maletas frente a un libro una vez más, porque el anarquista nos llevará de la mano en este viaje que, a buen seguro, le marcará como marcan siempre los viajes que alcanzan a tocarnos por dentro.